¿Cómo olvidar ese primer día de colegio, en el que nos separamos por primera vez de casa, de la familia y de nuestra mamá, y nos enfrentábamos a un mundo totalmente desconocido?

Ese primer día en el que lloramos y extendíamos nuestros brazos para que nuestra mamá nos acogiera con todo el amor que solo ella sabía darnos… ¡Hasta ese momento! Cuando conocimos a nuestra profe en la primera clase: la sonrisa más amable que puede recibir un niño y que, con el paso de las horas, se convirtió en nuestra segunda mamá.

 

Hoy decidimos contar la historia de una de esas mujeres que han tenido a miles de pequeños en sus brazos llamándola ‘profe’. Por casi 40 años dedicó su vida a ser la segunda mamá de niños y jóvenes que pasaron por un salón de clases aprendiendo historia y geografía, y que vieron en la ‘profe’ la sonrisa de mamá cuando estaban lejos de casa.

 

La ‘profe’ Consuelo dio su primera clase cuando tenía solo 19 años, “era en una escuelita de uno de los barrios más pobres de Bogotá. Esa fue una experiencia muy linda porque eran niños que valoraban todo lo que uno podía darles”. Ahí fue cuando entendió la importancia de su trabajo y la responsabilidad enorme que tienen todos los profesores en sus manos.

 

Desde esa primera clase, enseñar se convirtió en su pasión y en centro de su vida, pues para ella es inevitable sentir amor de madre por sus estudiantes. La presencia de los profesores en la vida de los jóvenes es clave en su desarrollo y por eso Consuelo sabe que para ser profesor, más que conocimientos, se necesita amor y entrega por los más pequeños que van a los colegios no solo a aprender sino a formarse como personas. 

‘Profe’ y mamá a la vez

“¡Ser mamá y profesora al mismo tiempo es una bendición! Entender a mis hijos era más fácil porque yo estaba en contacto con los jóvenes todo el tiempo y estaba enterada de lo que pasaba en las nuevas generaciones”, cuenta ‘la profe’.

 

Educar, sin embargo, es un gran reto. Para Consuelo los momentos difíciles que vivían sus alumnos eran como un campanazo de alerta de lo que también le podía pasar a sus hijos. “Los alumnos se terminan convirtiendo en hijos porque así como vives con ellos los momentos que los hacen felices, también eres parte de aquellos en los que sufren. Los profesores a veces nos enteramos de cosas que los papás no saben porque nos confían sus secretos, nos ven como adultos, pero adultos más cercanos a su realidad…” dice, mientras mira al horizonte. “¡Es una responsabilidad muy grande porque hay que saber guiarlos y corregirlos sin dañar esa confianza!”.

 

La ‘profe’ Consuelo completó 36 años dedicados a la enseñanza y agradece, con voz temblorosa de la emoción, “haber tenido la oportunidad de formar a tantas personas y ver que la mayoría son grandes profesionales y, lo mejor, que están contribuyendo con su trabajo al país”.

 

Ramo se une a la celebración de esas mamás que lo entregan todo en las aulas y en la casa y que le ponen corazón a todo lo que hacen, como la ‘profe’ Consuelo, para quien la retribución a su trabajo es que después de muchos años sus exalumnos la reconozcan y le agradezcan por todo el conocimiento que les dio y, sobre todo, por haberse convertido en la segunda mamá con la que compartían más de ocho horas juntos en el colegio.

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